El nearshoring ha detonado una mayor demanda de mano de obra en la manufactura mexicana, pero ese dinamismo no se ha traducido en mejores sueldos para los trabajadores. El reto, señalan especialistas, es convertir la relocalización en una estrategia de desarrollo y no en la continuación de un modelo basado en trabajo barato.
Durante décadas, México se posicionó ante el mundo como un país de costos laborales bajos para atraer inversiones. Y aunque la narrativa se sofisticó con el auge del nearshoring, el cambio profundo aún no llega: más empresas están llegando, pero los salarios prácticamente no se han movido.
Un análisis del Banco de México (Banxico), titulado “Efectos iniciales de la relocalización productiva en el mercado laboral manufacturero en México”, examinó el impacto de esta primera ola de relocalización entre 2020 y 2023. El hallazgo principal es claro: el empleo creció, pero no así el ingreso.
Según el estudio, encabezado por Erick Rangel González, Marco A. Esteban Aguirre e Irving Llamosas Rosas, las ramas industriales con mayor potencial de nearshoring registraron, en promedio, hasta 6.2% más empleos que el resto del sector. Sin embargo, los salarios apenas se movieron.
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