En 3 semanas las plantas de vehículos pesados en México detuvieron su producción debido a la pandemia por COVID-19.
La venta de unidades, la distribución de refacciones y el servicio de postventa se frenaron, causando estragos que los concesionarios asumieron de una nueva forma, la de una “nueva normalidad”.
Pero el cierre de plantas no era el único problema. A esta pandemia le antecede una industria deprimida que en el primer trimestre de 2020 registró una caída en la comercialización de unidades pesadas al mayoreo de -35.3% y de -30.5% en ventas al menudeo en comparación con igual periodo de 2019, según datos de la Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones (ANPACT).
Además, el escenario económico no era el más prometedor. El Producto Interno Bruto (PIB) se redujo 2.4% anual en el primer trimestre de 2020, según la estimación oportuna del Inegi mientras que las actividades industriales cayeron 3.8% y las de servicios 1.4 por ciento.
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