En los últimos años, México ha experimentado un auge significativo en el sector inmobiliario y la construcción de infraestructura.
Hoy, el país vive un momento crucial, el nearshoring no solo está transformando el panorama económico y empresarial, sino que también tiene implicaciones directas sobre la planeación y el desarrollo de las ciudades mexicanas.
La llegada de nuevas empresas y la necesidad de la infraestructura adecuada generan una presión sobre los recursos locales, como el agua, la energía y el transporte.
Las ciudades deben evolucionar rápidamente para proporcionar no solo las instalaciones necesarias para las industrias, sino también ofrecer una buena calidad de vida para los trabajadores y sus familias. Esto implica diseñar espacios urbanos más integrados, donde la vivienda, el trabajo y los servicios estén correctamente conectados.
Este boom inmobiliario ofrece oportunidades para repensar la planeación urbana entendiendo que el crecimiento desmedido y no regulado puede generar riesgos importantes. Hoy existe la oportunidad de generar visiones estratégicas de largo plazo que no solo satisfagan necesidades inmediatas sino que consideren a las generaciones futuras y buscando impactos duraderos. Es aquí donde el papel de los urbanistas se vuelve indispensable: su capacidad para integrar los factores sociales, económicos y ambientales en el diseño urbano es la clave para garantizar un crecimiento ordenado y sostenible en el desarrollo de proyectos.