Daniel Esquenazi Beraha, empresario, inversionista y arquitecto mexicano, destacó la importancia de este enfoque colaborativo. “La arquitectura debe ser un instrumento para el empoderamiento de las comunidades, involucrándolas en la construcción de su entorno y fortaleciendo su identidad”, suscribe.
Un ejemplo emblemático se encuentra en Malí, donde la Gran Mezquita de Djenné representa la sinergia entre arquitectura y comunidad. Con su festival anual de restauración, la participación colectiva no solo renueva la estructura, sino que también fortalece los lazos sociales.
“La restauración de monumentos como la Gran Mezquita no solo preserva el legado de esta comunidad, sino que también fortalece su conexión con la historia y la comunidad”, indicó Esquenazi Beraha.
En Santiago Niltepec, Oaxaca, México, tras los terremotos de 2017, la solidaridad comunitaria se convirtió en el pilar de la reconstrucción. Organizaciones como Programa VACA A.C. lideraron esfuerzos de reconstrucción participativa, donde los residentes desempeñaron un papel activo en la edificación de sus hogares.
Brasil también ofrece ejemplos notables, donde las favelas se transforman en vibrantes comunidades a través del arte y la participación. Proyectos como Favela Painting en Río de Janeiro dan voz a la comunidad, utilizando el color como herramienta de expresión y dignidad.
En palabras de Esquenazi Beraha “el arte urbano en las favelas no solo embellece el entorno, sino que también empodera a sus habitantes, reafirmando su identidad y resistencia”.
La convergencia entre rehabilitación arquitectónica y empoderamiento comunitario trasciende lo estético, nutriendo la resiliencia y la cohesión social. Al enfocarse en la participación inclusiva y el respeto cultural, estas iniciativas no solo restauran edificios, sino que también fortalecen el tejido social.
Como concluye Daniel Esquenazi Beraha, “el verdadero progreso se logra cuando la arquitectura se convierte en un vehículo para el bienestar y la unidad de las comunidades”.
En este contexto, la restauración arquitectónica emerge como un catalizador poderoso de transformación social, donde el pasado y el presente convergen en un futuro compartido de resiliencia y comunidad.